Cuando el léxico cervecero se acidifica…


Aunque con la recuperación de #LaRonda parece que los post de opinión vuelven a tomar algo de impulso en los blogs cerveceros, hoy quiero compartir unas reflexiones por mi cuenta sobre un tema que vengo mascando desde hace algún tiempo.

Seguro que habréis escuchado, leído o incluso es muy probable que muchos de vosotros incluso hayáis utilizado en más de una ocasión el término “vinagre” para referiros a ciertas cervezas ácidas, sean éstas del estilo que sean. Pues bien, aunque no soy de letras ni tampoco es que me quite el sueño la correcta utilización de ciertos tecnicismos, hay cosas a las que no termino de acostumbrarme. Hablo de comentarios por el estilo de “¡Uuf! El vinagrillo aquel era la repera…” o “¡Buah! A mí los vinagres es que no me van…”.

Imagen tomada de aquí.

Como decía, por mucho tiempo que pase y por muchas veces que escuche comentarios por el estilo, las conexiones de mi lóbulo temporal no dejan de pegar algún que otro calambrazo cada vez que suena la palabra “vinagre” o cualquiera de sus infinitas variantes aumentativas o diminutivas (“vinagrillo”, “vinagrazo”, “vinagrete”…) para referirse a cervezas como las Red Flandes, Oud Bruin o incluso las lámbicas, entre otras, por muy informal que sea el ámbito en el que se utilice.

Pero si dejamos la lengua de Cervantes a un lado y nos metemos más en profundidad en las cervezas de esta tipología, no tardaremos en topar con el término inglés souro algunas veces también Wild. Aquí si que hay miga. En primer lugar lo primero que me chirría es que somos tan guays que como en tantas otras palabras de origen anglosajón, en lugar de pronunciarla bien o medianamente bien (fonéticamente /saʊə/ y pronunciado algo así como “saua”…), le damos la vena “cañí” llamándolas “sur”, además, orgullosos a rabiar por decirlo así.

Imagen tomada de aquí.

De veras, ¿qué narices tienen que ver estilos clásicos como las Berliner Weisse, las Gose o las Grätzer con estilos bastante más reconocibles por aquí como las Oud Bruin o las Red Flandes como para meterlo todo en un mismo saco? ¿Realmente es tan difícil llamar a las cosas por su nombre? Que sí, que ya sé que es muy cómodo hacer piña mental “arrejuntando” todas las cervezas más o menos acres y llamarlas a todas ellas “ácidas”, pero ¿por qué entonces no llamamos a todas las cervezas más o menos dulces Sweet o a todas las Pale ale, IPA, IIPA y variantes directamente Bitter? Quizás desde el punto de vista del elaborador puedo entender que sea mucho más fácil llamar Sour a cualquier cosa medianamente ácida que no sepa encasillar en ningún estilo, ¿pero de ahí a llamarla simplemente “ácida”?

Desde hace unos cuantos años vivimos inmersos en el boom del lúpulo y nos falta tiempo para inventar nuevos motes con las Pale ale como base. Como botón: IPA, White IPA, Rye IPA, Black IPA, Red IPA, Half IPA, Belgian IPA, India Session Ale, Wild/Brett IPA, Imperial/Double IPA, Triple IPA… ¡Por Dios! ¡¡Que me ahogo entre tanto lúpulo!! ¿De verdad podemos hilar tan fino por un lado y por otro meter en el mismo saco de las Sour/Wild (ni qué decir “vinagre”…) a tantas cervezas distintas pertenecientes a estilos tan diferenciados como los descritos más arriba o las Gose, las Grodziskie, las Lichtenhainer, las Bière de Mars, las Faro o infinitos ejemplos más?

Imagen tomada de aquí.

Seguramente es que me estoy haciendo viejo, pero aún entendiendo que sea muy “molón” y “moerno” llamar Sour, Farmhouse Alesvinagres” y muchos apelativos más a tantas cervezas, no termino de entender por qué nos gusta tanto inventar o adoptar términos para cosas que ya existen bien definidas en tantos textos. Y no me remonto a clásicos de Plinio el Viejo, Homero ni Virgilio… No. Sino a clásicos como los libros de Michael Jackson, que aunque flojeen en algunos puntos y estén lejos de ser vigentes en muchos temas, le dan un repaso a webs estadounidenses como Ratebeer o Beeradvocate en este sentido.

Así que como conclusión, y entendiendo que la lingüística es algo vivo y que ahí radica parte de su grandeza, quizás deberíamos plantearnos si tantos términos (especialmente de origen anglosajón) realmente mejoran o aportan algo nuevo con respecto a tantos otros ya preexistentes en nuestro vocabulario “cervecil”. Y por otro lado, si tanto nos gusta exigir que las cerveceras informen de las maltas, de los lúpulos o incluso los IBUs de sus recetas en las etiquetas; si pedimos a los bares que nos sirvan las cervezas en vasos específicos para cada estilo y posean cartas con la mayor información posible; si cada vez nos preocupamos más porque el lúpulo esté fresco… En definitiva, si pedimos/exigimos/nos quejamos de tantas y tantas cosas más, ¿por qué no nos exigimos también un poquito a nosotros mismos tratando de llamar a las cosas por su propio nombre?

En fin…

Salut!