#FFdA nº5


Seis meses después volvemos con un nuevo “Finde Fondo de Armario” , concretamente la quinta edición y también la quinta vez que me embarco en esta genial excusa brindada por l’amic Birraire.


Para quien no sepa de lo que hablo, el FFdA básicamente es, como decía, simple y llanamente una excusa para desempolvar esas cervezas que han ido quedando en lo más fondo de nuestro “armario cervecero”. Estas cervezas, guardadas bien por ser más especiales, por tener buen potencial de envejecimiento o directamente por simples descuidos, pueden por fin ver la luz en un fin de semana en el que unos cuantos amantes de la cerveza nos conjuramos para dar rienda suelta a lo que termina siendo una auténtica bacanal.

En nuestro caso empezamos con una cerveza que compré en Mediona el año pasado a los “marinos” Kevin y Pep, una elaboración que me sorprendió mucho en barril en la edición 2012 de esta feria y que repitieron de nuevo en 2013 también en botella. Hablo de Marina Vinya Hop, una cerveza que como bien indica su nombre está hecha con mosto de uva, pero también con levadura de cava, y que decidí dejar olvidada para ver si al igual que la mítica Cantillon Vigneronne tenía un buen potencial de envejecimiento.


De buenas a primeras y pese al año de guarda sorprende la viveza de su carbonatación y su espuma blanca, aparentemente frágil pero persistente, que corona un bonito líquido de color dorado pálido pero muy brillante. En nariz destacan recuerdos a uva blanca, cítricos, y también a levadura tipo saison, cítrica y un punto especiado, y de fondo una base con fruta de hueso y también floral, además de cereal. Compleja y aparenta ser muy refrescante.  En boca es muy afrutada, destaca aún más la uva que en nariz, acompañando algo de limón, y dejando un final seco y astringente, con un ligero recuerdo a pan y frutos secos. Muy ligera y fresca, pese a los 7,5% de alcohol, que se perciben al ir avanzando el trago. La pega más destacable quizás sea la abundante carbonatación, no muy molesta pero en mi opinión quizás excesiva, aunque esta ayuda a hacerla más liviana. En conclusión y en mi opinión estamos ante una gran cerveza de frutas, que fusiona maravillosamente dos mundos que amo profundamente (y a los que también hice varios guiños en el anterior FFdA) como son el del vino y el de la cerveza. El año extra en botella lejos de apagarla creo que la ha mejorado, integrando y redondeando los diferentes matices, incluso me atrevería a decir que el potencial de envejecimiento que tiene, por frescor y carbonatación, es aún bastante grande. Mi más sincera enhorabuena por esta gran cerveza, “marinos”!

Tras la grata sorpresa y antes de continuar con más “cervezas polvorientas” os dejo una foto del ágape cervecero que nos improvisamos la noche del sábado para hacer algo de fondo ante la que se avecinaba…

Tendréis más detalles en la próxima entrada ;).

Tras la cena llegó el turno de vestirse de oscuro, y para ello nada mejor que una Revelation Cat Black Night, una cerveza con un año de envejecimiento previo a su embotellado en 2012. Tras recibir el premio en Ratebeer a la mejor cerveza italiana de 2013 y tras perdérmela en su momento en el mítico Freiburg de Manolo & Cía., no paré hasta encontrarla. Finalmente fueron los amigos de Labirratorium quienes la trajeron a su tienda hace un año y desde entonces y hasta el pasado mes de enero estuvo a buen recaudo en su madriguera cervecil, momento en el que la buena de Aurora me la trajo hasta mi querido Bellreguard. ¡Mil gracias por ello, panda!


Posee un aspecto aterrador pero al mismo tiempo sugerente, vestida de color negro impenetrable (haciendo un guiño a su nombre, casi tanto como un Nazgûl), con una preciosa espuma marronácea de burbuja minúscula de persistencia media. En nariz destacan unas atractivas notas a chocolate, algo de torrefactos y un puntito de café, acompañado todo ello por notas a fruta madura, especialmente higo, o más concretamente pan de higo, y también ciruela pasa, además de regaliz, vainilla y también un punto alcoholico. Ya en boca vuelven las citadas notas a cacao e higos, algo de canela, vainilla y regaliz, con un amargor inicial destacable pero que se disipa conforme avanza el trago, momento en el que es el alcohol quien domina, aportando calidez y dejando un final largo. Textura sedosa pero no excesivamente untuosa, y en ello tiene mucho que ver la carbonatación, de burbuja minuscula pero perceptible. Una imperial stout diferente, un punto dulce pero para nada empalagosa, menos torrefacta y amarga de lo que últimamente es habitual en el estilo, compleja y sobretodo muy equilibrada pese al punto de alcohol (nada arrollador pese a tratarse de unos ostentosos 14%). En definitiva, de lo mejor que he tomado en todo el año.

Después de las gratísimas sensaciones anteriores solo podíamos cerrar el festín del fin de semana con una cerveza muy especial. Así que rebuscando entre las telarañas más tupidas de la bodega me topé con una de esas joyitas que uno nunca se atreve a abrir por tenerle un respeto supremo pero a la que sintiéndolo mucho le había llegado su hora.


Como bien podéis ver en la foto se trata de una Rodenbach, cervecera reconocida por sus ales rojas flamencas aunque algunos afirman que sus elaboraciones actuales no tienen nada que ver con las que sacaban hace unas décadas y antes de ser comprada por Palm. Una de esas personas es Sven, amigo, gran persona y una auténtica institución en lo que a cerveza belga se refiere, y fue precisamente él quien me regaló esta joyita, una Rodenbach Vin de Cereale 2004, cuando visitamos su mítico Drunk Monk de Mataró por segunda vez, a finales de 2011.

Pero además de especial a nivel personal, esta cerveza también es muy singular en lo estrictamente cervecero puesto que se trata de una elaboración que Rodenbach ya no produce. Si os fijáis en la etiqueta podréis ver que es de 2004, único año en el que se produjo esta cerveza de forma limitada, y ya que justo ahora se cumplen 10 años de ese momento me pareció una ocasión inmejorable para abrirla.

Otro detalle que no se aprecia tan bien en la foto es que toda la producción es del “foeder 132”, es decir, toda la cerveza procede de una misma tina de madera, la nº 132 de las casi 300 que tiene la fábrica actualmente. Por lo tanto, y a diferencia de otras elaboraciones de la casa, en esta Vin de Céréale no se mezcla cerveza joven con otra más o menos envejecida como si ocurre en la Rodenbach más básica (3/4 joven y 1/4 envejecida dos años), la Gran Cru (1/3 cerveza joven y 2/3 envejecida) o la Vintage (usan Gran Cru como base aunque luego la envejezcan en barricas durante dos años). Esta Vin de Céréale es la cerveza de 2004 pero dejada envejecer durante 3 años antes de sacarla a la venta, y además se trata de la elaboración con mayor contenido alcohólico de la casa (10%). Pero dejémonos de números y barricas y vayamos a lo que realmente importa que es el contenido.

Foto con algunas de las tinas de madera tomada de Wiki.

Ya en copa presenta un aspecto realmente tentador, con un color cobre viejo, con una espuma prácticamente inexistente, y una carbonatación a penas perceptible. En nariz destacan mucho las notas dulzonas por un lado, mucha manzana asada, miel y uvas pasas, así como un punto de toffée, y por otro un punto vinoso, como de un oloroso, con notas marcadas a madera y oxidación, pero también notas a vinagre de módena no muy estridente, y vagos recuerdos a yogur. Por supuesto la oxidación también está presente con recuerdos a frutos secos como la avellana y también marcada acetona, aunque he de reconocer que menor de lo esperado. En boca, detrás de una entrada sorprendentemente viva, fresca y nada empalagosa, vuelve la misma dualidad descrita arriba, por un lado es muy vinosa y afrutada, como un jerez dulce pero con recuerdos a frutos rojos y también a ciruela pasa e higos, y en segundo plano aparece un golpe de acidez sorprendentemente vivo aunque este no conlleve una excesiva astringencia. ¡Ah! Y de sus 10% de alcohol ni rastro...  Curiosísima, sorprententemente joven pese a su más que evidente edad, y complejísima. Tanto es así que nos tiramos media hora alucinados con ella, oliéndola y saboreándola a sorbos pequeños, comentándola como pocas veces he podido disfrutar delante de una copa. De veras, maravillosa. Sin lugar a dudas y sin tener en cuenta todos los aspectos de limitada y singular que la rodean, es de las mejores cervezas que he tomado en mi vida. Un 10 para una década hecha botella. Mil milions de gràcies Sven, de tot cor!

Y con este auténtico regalo para los sentidos y sus diez años a la espalda doy por cerrado el triplete que ha conformado mi particular FFdA. Por último quiero dar las gracias nuevamente a Joan por su bendita excusa y también felicitarlo por haber conseguido que aquel germen que propuso hace justo ahora dos añitos se haya convertido a día de hoy en una fecha inexcusable dos veces al año para unos cuantos amigos cerveceros. Salut i bona birra!


Para quienes queráis leer los anteriores FFdA, aquí tenéis los enlaces a la primera, segunda, tercera y cuartaedición.